Quiero aprovechar este mes de fiestas patrias para reflexionar un poco sobre la independencia de Guatemala y Centroamérica. Cuando estas fechas llegan, nunca faltan artículos como éste, que intentan denigrar el proceso independentista culpándolo de los problemas actuales de los países o, peor aun, renegando de la independencia simplemente porque la realidad nacional no se encuadra con sus preferencias ideológicas.
Es cierto que no hay que confundir independencia con libertad. El movimiento independentista de Centroamérica, que culminó el 15 de septiembre de 1821, es la prueba pues significaba que la región rompía vínculos con la corona española, principalmente en materia de contribuciones fiscales y comercio, lo cual significaba la libertad para las élites económicas y políticas. Sin embargo, para los indígenas aquello no significó la libertad ni mucho menos. Como lo digo en «Justicia criolla: el crimen del extranjero», para los pueblos nativos «lo único que cambiaba era el nombre del opresor». Situaciones similares se vivieron en toda América, incluyendo, por ejemplo, los Estados Unidos, donde la independencia no significó la libertad para los esclavos negros.
Lo anterior lo digo como un ejemplo que muestra que independencia y libertad no son lo mismo. Mientras que la libertad es una condición en la cual el individuo puede hacer lo que quiere, siempre y cuando no afecte negativamente a los demás, la independencia de un estado significa el que éste puede tomar las decisiones que más le convengan sin injerencia de estados extranjeros.
Remarco las palabras «sin injerencia» porque en el mundo globalizado en el que vivimos hoy día, los diferentes estados pueden ser independientes únicamente hasta donde la cooperación con otros estados, por el mutuo beneficio, lo permita. Esto no es una reducción de la independencia, sino más bien un uso de ella para buscar aquellos acuerdos que más beneficio le dejen al país. El mejor ejemplo que puedo dar de esto es la Unión Europea, un bloque de 27 países europeos independientes que decidieron que era en su mutuo beneficio unirse para formar un importante actor en la escena mundial. En esta página de Wikipedia se puede ver muy bien: en la tabla que cita al Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea aparece como la segunda economía mundial, pisándole los talones a la primera. Sin embargo, en la misma tabla el primer país de la Unión que aparece es Alemania, con 1/7 de la primera economía del mundo. El beneficio es claro y hace de la Unión Europea un actor formidable en la escena internacional.
Entonces ¿es Guatemala (y Centroamérica, e incluso Latinoamérica) realmente independientes? Yo pienso que sí. Y esto lo digo porque si nuestros países están mal es porque nosotros y las generaciones que nos precedieron los hemos hecho así. O peor aún, porque nunca construimos nuestros países. Ejemplo típico que se da para decir que no somos independientes: la deuda externa que no para de crecer. Pues la solución a esto es muy simple: dejar de adquirir préstamos y pagar los que ya se tienen... aunque ello implique pagar más impuestos. Y he aquí el problema: nos hemos acostumbrado a vivir en independencia pero no queremos asumir las responsabilidades que ello conlleva. Alguien que se declara independiente de sus padres, al momento de tener hijos, tiene que asumir la responsabilidad que ello conlleva. Lo mismo debiese aplicar a las naciones.
Entonces, en lugar de criticar la independencia, hay que a aprovecharla para construir mejores países y comunidades internacionales que permitan el desarrollo de los pueblos.
Así pues, ¡feliz cumpleaños a Centroamérica y México! ¡Que cumplan muchos más! Y que aprovechen la independencia para ser felices.
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