La enfermedad COVID-19 ha causado aburrimiento, ruina económica, enfermedad y muerte durante un año ya. Sin embargo, la luz al final del túnel comienza a entreverse: la entrada al mercado de varias vacunas que prometen detener esta terrible pandemia. Sin embargo, es preocupante escuchar la creciente cantidad de gente que expresan escepticismo sobre las vacunas y que dicen que no se la aplicarán. Esto es grave porque una baja tasa de vacunación puede significar que tengamos que seguir aguantando restricciones y viendo cantidades enormes de enfermos y muertos en los próximos meses y años. Por esta razón pienso que es importante contribuir a esta discusión explicando un poco sobre las vacunas.
Las vacunas se basan en estimular la reacción inmunitaria natural del cuerpo humano al verse expuesto a patógenos causantes de enfermedades. El sistema inmunitario, una vez expuesto a ciertas enfermedades (por ejemplo, la varicela) genera un respuesta permanente, un registro, del patógeno que le permite combatir la infección con la misma enfermedad en el futuro. Es por eso que la varicela le da, a la mayoría de personas, una sola vez en la vida.
Este principio es algo intrínseco al ser humano y conocido desde siempre. El gran descubrimiento de Edward Jenner en 1796 fue que una exposición a ciertos patógenos relativamente benignos podían generar una respuesta inmunitaria contra patógenos graves. Su descubrimiento lo llevó a desarrollar, a partir de enfermedades similares, la vacuna contra la viruela, una enfermedad que había causado millones de muertes durante la historia. Esta vacuna llevó a uno de los logros más grandes de la humanidad: la erradicación de esta terrible enfermedad en 1980. Similares esfuerzos están teniendo lugar hoy contra la poliomielitis o el sarampión, esfuerzos que se ven amenazados por el creciente escepticismo hacia las vacunas.
Durante casi doscientos años de vacunación, los beneficios de esta tecnología no fueron cuestionados. No fue sino hasta la década de 1990 que un cierto debate comenzó a instalarse entre gente preocupada con supuestos efectos nocivos de las vacunas. Uno de los mejores ejemplos es el rumor de que la vacuna triple (contra el sarampión, las paperas y la rubéola) causa autismo. Esto ha sido completamente desmentido, incluso se descubrió que el médico que impulsó esto tenía potenciales intereses espurios en desacreditar la vacuna y fue incluso excluido de la orden de médicos del Reino Unido. A pesar de que todos los co-autores (excepto el médico en cuestión) se retractaron del artículo y de que incluso la publicación científica en la que el artículo salió lo hizo también, el rumor ha tenido una vida larga.
Ahora bien, el debate sobre las vacunas puede ser válido sobre todo cuando hablamos de enfermedades que no son demasiado serias. El mejor ejemplo es, de nuevo, la varicela. Esta enfermedad, en general, no causa mayores complicaciones en los niños. Sin embargo, existe una vacuna que en muchos lugares es opcional. Vacunarse o no puede ser una pregunta legítima ante esta enfermedad, sabiendo sobre todo que en los niños, como lo dije, no es demasiado seria pero en los adultos se puede complicar. A mí, por ejemplo, me dio cuando tenía unos nueve años y me recuerdo que pasé en cama una semana y luego de vuelta al colegio como si nada. A uno de mis mejores amigos, en cambio, no le dio cuando era niño sino cuando ya estábamos en la universidad; el pobre terminó fuera de combate por varios meses con consecuencias serias para sus estudios. El razonamiento en este caso podría ser que, si la varicela no le ha dado para cuando va llegando a la adolescencia, vacúnese. Similares argumentos pueden aplicar para otras enfermedades poco graves, pero para enfermedades que pueden incluso ocasionar la muerte, es mejor prevenir que lamentar.
Otra tendencia preocupante es la politización de las vacunas. Este tema no tendría que ser cuestión de ideología sino de salud pública y las decisiones en materia de regulación (hacer ciertas vacunas obligatorias) tienen que ser tomadas basándose en los efectos que las decisiones individuales puedan tener en la sociedad. No aceptar una vacuna pone en riesgo no solamente al que no la acepta sino también a todos aquellos que entran en contacto con esta persona.
Ahora venimos al tema de actualidad: el coronavirus. Como lo dije antes, la luz al final del túnel empieza a vislumbrarse pero esa luz tiene la forma de una vacuna. Sin embargo, para que la vacuna sea efectiva, un 75% de la población tendría que estar inmunizada para poder retomar nuestras vidas normales. La pregunta es entonces ¿queremos ser parte de la solución o del problema?
En conclusión las vacunas han contribuido a aumentar la esperanza de vida de los seres humanos en más de 30 años durante los últimos dos siglos. La vacunación, junto a los antibióticos, son talvez los avances médicos más grandes de la humanidad. Aprovechemos que vivimos en esta época para tener una larga y feliz vida.
Comentarios
Vacuna
Muy buen artículo, definitivamente hay evidencia en la historia del beneficio de las vacunas, he confiado tanto en dicho avance que a mis hijos los he vacunado y definitivamente estoy tan desesperada con esta situación que si me vacunare, pero considero que también se debe aprender a combatir el Covid clínicamente, porque considero que la vacuna es solo un porcentaje de la solución. He podido apreciar en mi país relajación social con el tema, porque en la mayoría de casos han salido victoriosos de la enfermedad y lamentablemente por delincuencia común es más fácil perder la vida, por lo que pareciera que no la aprecian tanto, pero este es otro tema. Conclusión de acuerdo con la vacunación y ojala este al alcance de todos a precios aceptables, ya que con las pruebas han lucrado increíblemente, esperemos que no pase así con la vacuna.
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